
Recuerdo claramente, que pasados unos meses del atentado al
Word Trade Center en Nueva York y al Pentágono en Washington DC, se empezaron a barajar hipótesis que culpaban derechamente al Gobierno norteamericano de su autoría y su ejecución.
-“Estás loco, si todo el mundo sabe que fueron los musulmanes… y ellos son salvajes… Cómo se te ocurre, Bush es adalid de la democracia, de la libertad y de la guerra contra el terrorismo” –decía medio mundo, sin siquiera cuestionarse detalles tan simples como el hecho de haberse encontrados
intactos los pasaportes –plásticos- de los “terroristas árabes” en el mismo lugar donde el combustible de dos Boeing 757 recién despegados había destruido dos rascacielos de ciento diez pisos –de fierro y concreto- y las dos aeronaves completas –metálicas también… Sin reparar que fue demolido “programadamente”, y en cuatro horas, otro edificio, el WTC 7, un edificio de treinta y cinco pisos aledaño, para evitar que cayera… en una operación que normalmente toma tres semanas para estructuras de similar tamaño y composición… Sin reparar que a escasos centímetros del forado que otro B 757 dejó en el Pentágono, destruyendo alrededor de cincuenta metros –medidos en profundidad- de concreto, había escritorios de madera y archivadores de papel y cartón, intactos, los que misteriosamente sobrevivieron luego de la explosión y del incendio provocados por las miles de toneladas de combustible del avión, que dicho sea de paso, sus restos nunca fueron encontrados.
Como era de esperarse, la evidencia y las pruebas fueron rápidamente “clasificadas”. Lo seguirán estando durante alrededor de 75 años. Quien dude de la versión oficial, irremediablemente será tildado de demente y de antipatriota.
Son los misterios de la política exterior norteamericana y las justificaciones para recuperar el patriotismo dormido desde la derrota de Vietnám, para invadir Afganistán e Iraq y capturar a Bin Laden y a Hussein respectivamente. Y de paso, aumentar las ya jugosas utilidades de la industria militar norteamericana y la fortuna personal de la familia Bush, socia de los Bin Laden. Y lograr el verdadero y último objetivo: consolidar la hegemonía judeo-norteamericana y la implantación del nuevo orden mundial, anticristiano, y que “casualmente” favorece por igual a judíos y a musulmanes. Sí, a los
satánicos y perversos musulmanes.
Pues bien, nuestra política criolla, incluyendo la de nuestros vecinos hispanoamericanos, también tiene sus misterios e intrigas.
La última –y lo sostengo a riesgo de ser tildado de demente, al igual que en 2001, es la muerte del General Director de Carabineros, don José Bernales, en un accidente aéreo en Ciudad de Panamá.
Sin que se conozcan aún, a horas de la tragedia, muchos detalles de los acontecimientos, hay varias cosas que pueden relacionarse entre sí y que permiten desarrollar la teoría de una conspiración macabra y bien urdida. Veamos:
-Es de público conocimiento que el General Bernales era el más firme de los cuatro mandos militares chilenos, y el único que se atrevía a
pararle el carro a la Presidente Bachelet y su Gobierno, como asimismo a manifestar su disconformidad frente a situaciones que le parecían irregulares, ilegales o simplemente reñidas con la justicia o el principio de autoridad (como los procesos contra uniformados o las desautorizaciones hechas a Carabineros en cumplimiento del deber).
-Es de público conocimiento que el General Bernales tenía una visión especialmente crítica de la política exterior venezolana –en realción con los temas de seguridad nacional- y de la influencia de Chávez sobre las FARC.
-Es de público conocimiento que el General Bernales siempre sostuvo que para poner a buen resguardo a nuestros países de la amenaza terrorista y del narcotráfico, debía neutralizarse a dicha organización guerrillera, usando todos los medios legales y militares disponibles.
-Es de público conocimiento que el General Bernales estaba en Panamá asistiendo a una Conferencia contra el terrorismo, en calidad de Presidente de los Cuerpos Policiales hispanoamericanos, conferencia en que el principal tema de seguridad tratado fue cómo desmantelar y combatir a la guerrilla y el narcotráfico, en particular, las FARC.
-Por último, es de público conocimiento que Chávez ya había atacado –“amenazado” en forma solapada- a otro jefe policial chileno, el Director de la Policía de Investigaciones, don Arturo Herrera.
A todas estas consideraciones de “tipo preliminar”, podemos agregar una serie de hechos que han sido dados a conocer, principalmente por la prensa panameña, y hacernos algunas preguntas:
-¿Por qué testigos afirman que vieron saltar al mar, segundos antes del accidente, a dos tripulantes del helicóptero?
-¿Por qué Servicio Aéreo Nacional, a través del sistema de compras del Estado panameño, requería, y en carácter de urgente, justamente el repuesto que aparentemente falló en el Bell-UH-1N capotado, para ese mismo helicóptero, y misteriosamente, en el mismo momento del accidente, retira la publicación del sitio web? ¿Cuándo fue subido el aviso?
-¿Sabía la tripulación del helicóptero que el aparato necesitaba repuestos urgentes? ¿Lo sabía Carabineros de Chile? Resulta que
ningún piloto vuela una aeronave en esas circunstancias, a menos que se trate de un suicida. Y
ningún equipo de seguridad autoriza al máximo jefe policial a volar en una aeronave bajo esas circunstancias, a menos que sea cómplice de asesinato, cosa que me cuesta demasiado creer.
No vaya a ser que este caso se trate de una conspiración al estilo del asesinato de Kennedy. Que todos nos traguemos la teoría del accidente, y que cuando los responsables estén todos muertos nos enteremos de la verdad. O que nos enteremos antes y no creamos.
–“Inventos del fascismo reaccionario”, dirán todos.
Pero, resulta que el Estado panameño ha sido históricamente corrupto. Para nadie es un misterio. Y el actual Gobierno chileno ha sido (y es y seguirá siendo), evidente en sus muestras de indisimulada simpatía hacia las FARC y hacia el Gobierno de Chávez.
Es lo que creo. Nuestra Concertación gobernante ha dado suficientes muestras de maquiavelismo a lo largo de estos últimos años. El asesinato del senador Guzmán, la fuga de la Cárcel de Alta Seguridad y el Caso Spiniak son buenos ejemplos que nos muestran conspiraciones urdidas desde el gobierno, o al menos, con su descarada complicidad, en que éste ha salido bien parado y que le ha permitido avanzar en la instauración de su perversa cosmovisión social y cultural. De la revolución.
Sólo el tiempo nos dirá si me equivoco o no.