jueves, agosto 09, 2007

¿Estás contento ahora, Ricardito?

Ricardito:

Te llamo así porque así le gustaba decirte a tu madre, mi amiga Carmencita.

Dios ha querido llevársela a su lado, cosa que por un lado me alegra, ya que ella dejó por fin de sufrir, y por otro me entristece, ya que nunca más podré disfrutar de su amable y dulce compañía.

Te puedo contar, Ricardito, que mis padres, al igual que los tuyos, se separaron hace más de treinta años. Mi madre, al igual que la tuya, no se volvió a casar. Mi padre, en cambio, al igual que el tuyo también, contrajo matrimonio civil por segunda vez. Y al igual que tú, también le tengo gran cariño a su nueva compañera. Pero, a diferencia tuya, a la señora de mi papá la quiero porque lo hace feliz a él y porque nos quiere a nosotros con mis hermanos, no porque sea mi nueva madre, como tú lo afirmaste muchas veces por la prensa. A diferencia tuya, a mi madre ninguno de nosotros, mis hermanos o yo, la ha dejado de ver, de cuidar o de darle la alegría de poder disfrutar de sus nietos. Nunca le hemos dejado de contestar el teléfono cuando ella ha querido hablarnos, y tampoco hemos ventilado sus problemas de salud en algún cuerpo de reportajes de día Domingo. Menos aún, hemos dicho públicamente de ella que es loca o alcohólica, ya que al igual que la tuya, no lo es.

¿Estás contento ahora, Ricardito?

¿Estás contento, Ricardito, porque tuviste a tu madre abandonada por más de treinta años, con mayor razón, si tal como tú dices, ella era una persona enferma?

¿Estás contento, Ricardito, de haber –junto a tu padre- usado tus buenos oficios para negarle el derecho a réplica cada vez que ella quiso defenderse de tus ataques y calumnias que vomitabas por la prensa?

¿Estás contento, Ricardito, porque cuando la internaste sin orden judicial en un psiquiátrico a principios de este año – o del anterior también- no dejaste que ninguno de sus amigos pudiera visitarla?

¿Estás contento, Ricardito, porque los bomberos nunca pudieron hacer el informe del incendio de su casa, sino otros organismos, de carácter eminentemente político?

¿Estás contento, Ricardito, por haber hecho lo imposible por mantenerla incomunicada mientras estuvo en la Clínica Reñaca sanándose de las heridas leves que le produjo el incendio –dudosamente fortuito- que destruyó su casa, esa misma casa en la cual estoy seguro que Carmencita no vivía, y a consecuencia de cuyas quemaduras no murió, como dice el comunicado que tú enviaste a los medios y otras versiones que tú no has desmentido?

¿Estás contento, Ricardito, porque ahora Su Santidad el Papa podrá recibir a tu padre con tu nueva madre, Luisa, sin violar el protocolo del Vaticano?

Yo estoy contento, Ricardito, ya que nunca más sufriré la pena de tener que escuchar los lamentos y el dolor de una madre que adoraba a su hijo, el que sin embargo le decía “Mamá” a otra persona.

Yo estoy contento, Ricardito, ya que nunca más sufriré la pena de ver a una persona que estaba tremendamente sola, que veía en nosotros, sus amigos, la compañía que sus hijos no le daban, por haberla abandonado.

Pero no puedo estar contento por ti, Ricardito. Perdiste a tu madre, no se lo doy a nadie. Y tú, que te llenas la boca hablando del sufrimiento de aquellos que padecieron a manos de quienes nunca abandonaron a sus propias madres, mataste a la tuya propia. Sí, Ricardito, por lo menos la mataste de pena, la mataste en vida. Y aunque tu soberbia, heredada de tu padre, te impida darte cuenta que el castigo que te espera ni se compara con todo lo que hiciste sufrir a Carmencita, ten por seguro que Dios, ese Dios en el que tú no crees, te pedirá cuentas.

Y finalmente, estoy cierto que ahora estás contento porque ya obtuviste una cosa de Carmencita: su silencio. Por fin tú y tu padre podrán respirar tranquilos. Dios se apiade de ti, Ricardito.

 

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sábado, agosto 04, 2007

Aquí no ha pasado nada...

Ha caído otro más, el General Iturriaga. Increíblemente, la única trascendencia que ha tenido la noticia es servir de cortina de humo –con una ayudita de Monseñor Goic- para tapar los escándalos de las platas de Gendarmería y el informe del Metro.

Las reacciones de todos los políticos han sido las esperables. Desde el PS y el resto de la izquierda, quienes han manifestado que en Chile hay un criminal menos circulando por la calle, hasta la derecha –incluido el Almirante Arancibia-, que ha insistido en su estúpido discursito de que nadie está por sobre la ley.

La reacción de la izquierda, aunque obvia, es de un cinismo absoluto. Es simplemente de Ripley venir a llenarse la boca con el cuentito de los criminales en la calle cuando son ellos quienes llevan diecisiete años aplicando su teoría garantista, soltando delincuentes, protegiendo terroristas. Y más de Ripley aún cuando muchos de sus propios criminales -y ésos sí que son criminales- gozan de fuero parlamentario o de las granjerías que da un ministerio o una alcaldía.

Y pensándolo bien, la reacción de la derecha también es obvia. Tienen ante sus narices la gran mentira, el gran show que significan los procesos contra los uniformados, y no hacen ni dicen absolutamente nada. Para qué… si los uniformados ya les devolvieron las empresas, los campos, la tranquilidad y la libertad; ahora que se pudran… Total, la gente del “sector” los va a seguir votando, digan –o callen- lo que sea, aunque todo Chile sea testigo que al General Iturriaga lo agarraron sin el mirista secuestrado. Ya los quiero ver cuando se les terminen los militrares procesables y empiecen a cargar contra los Novoas, Fernández, Bombales… ahí sí que van a chillar como si les hubieran puesto un jalapeño en cierta parte.

Las personas comunes y corrientes tampoco lo hacemos nada de mal. –“Mientras no me afecte a mí…” decimos en nuestro fuero interno, mostrando un egoísmo, una falta de lealtad y una desidia sin nombre. Llegan a dar ganas que el país se vaya literalmente a la cresta. Apuesto mi mano derecha a que nuevamente vamos a rogar de rodillas que nos vuelvan a ayudar.

Quiera Dios que el General Iturriaga y todos los demás prisioneros tengan las fuerzas para soportar este calvario. La ayuda, ciertamente tendrá que venirles de arriba. Acá abajo, el resto está bien. Tan bien, que el país se cae a pedazos, mientras los demás nos golpeamos el pecho cada Domingo creyendo que con eso limpiamos la conciencia. Mientras tanto, los Obispos nos hablan del sueldo mínimo… Aquí, no ha pasado nada...

 

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