miércoles, enero 31, 2007

Los pecados capitales y la “derecha” chilena”: autocrítica

Evidentemente, no soy de los que se traga el cuentito del “pecado social”, acuñado por sectores de la progresía católica. Tengo muy claro que somos los seres humanos –en forma individual- los que pecamos, no las “estructuras” ni los gobiernos; menos aún los partidos políticos o las camarillas de amigos.
Lo anterior no es obstáculo, eso sí, para que una “estructura”, una ideología, un gobierno, un partido o una camarilla sea perversa, o cuando menos, actúe en forma perversa. Y sin ser teólogo, sociólogo, psicólogo o nada terminado en “ólogo”, pero basado solamente en el sentido común, me atrevo a afirmar que una conducta de tal naturaleza se producirá –inevitablemente- en la medida que quienes componen el grupo “pecaminoso” sean los que actúan de mala manera: mal podemos pedirle a un grupo humano que sea virtuoso si quienes lo componen están, a todas luces, inspirados por el maligno; mal podemos pedir a una ideología que contribuya al bien común si quienes la formularon se inspiraron en ideas maléficas.
Es así como podemos apreciar en todos los grupos que tienen algún grado de influencia en los destinos de nuestro país algo de lo anterior.
En el caso de la izquierda (Gobierno, Concertación), la influencia satánica es evidente. Derechamente, se aprecia en su actuar un ensañamiento claro contra todos y cada uno de los mandamientos de la Ley de Dios: se ataca a Dios y a la Iglesia; se destruye la patria potestad; se legisla promoviendo el asesinato; las políticas públicas favorecen la lujuria; se institucionaliza el robo y la envidia; se gobierna y educa en base a mentiras.
En el caso de la “derecha”, la cosa no es tan clara. Por lo menos en el papel, los postulados y los programas de gobierno de los partidos que componen la Alianza, salvo uno que otro detallito en materias opinables, parecieran respetar lo que ordena la moral y la sana doctrina, por no nombrar nuevamente al sentido común. Pero resulta que quienes componen dichos grupos –dirigentes, militantes, simpatizantes- están, por decirlo de alguna manera, ya embobados por dieciséis años de propaganda oficialista, y acostumbrados a los dos pasos adelante y uno atrás con que hábilmente su líder Salvador Allende introdujo cambios nefastos en Chile. Ello, lisa y llanamente, los ha vuelto absolutamente incapaces de reaccionar ante nada. ¡Qué mejor ejemplo que la introducción del aborto químico en Chile! Se armó la batahola por el asunto de los catorce años sin el consentimiento de los padres, siendo que mucho más grave que eso es el asesinato en sí mismo. Hábilmente centraron la discusión en aquello, y hoy todos parecen aceptar como legítima la famosa pastilla, en la medida que ¡los papitos sepan que la niñita se la toma! Todo lo anterior en una cadena de hechos que ya se aprecia como legítima: malas amistades, relaciones sexuales precoces, embarazo juvenil y aborto. Lo malo es –exclusivamente- que el papá y la mamá no lo sepan y den su aprobación.
Lógico pues. ¡Cómo les vamos a pedir que reaccionen a quienes hacen gala de muchos vicios capitales! Son soberbios, quieren el poder, el honor y la gloria a cualquier precio, lo que los hace incapaz de reconocer ningún error, de decir ni media palabra que pueda enemistarlos con nadie… Son avaros, incapaces de ceder un ápice en lo que han logrado hasta el momento: cargos, figuración, posiciones de poder… Se dejan llevar por la ira: ¡ay de quien ose contradecirlos! Llueven las maldiciones, epítetos de todo calibre, amenazas –sí, amenazas, incluso de despidos, como efectivamente ha ocurrido en municipalidades de “derecha” y oficinas parlamentarias-, o derechamente querellas… Son envidiosos, sencillamente no toleran que alguien que no sea de su cerrado círculo pueda aportar con algo bueno: “¡pero cómo… tienes que firmar como UDI…! es algo que en más de una oportunidad me ha tocado escuchar…
En fin, la lista es larga y no es la idea escribir un tratado. El asunto es que la famosa Alianza pareciera tenerle pánico a la Concertación y a su maquinaria, y no creo alcanzar a tener vida suficiente para ver el día en que alguien se ponga los pantalones y les pare el carro como corresponde. Una levantada de dedo, así como hizo el gran estadista alguna vez ante las cámaras de Canal 13. Le fue muy bien, sin estar ni con Dios ni con la verdad.
Pues bien, para ser bien sincero, hace muchos años que no tengo mucha fe –por no decir nada- en lo que haga RN o la UDI. Lo que sí me preocupa y duele es cómo actuamos quienes teóricamente no nos hemos alejado de los principios tradicionales de la derecha. Nuevamente, los vicios capitales hacen de las suyas. Somos perezosos: “Si estoy de vacaciones, cómo me vas a pedir que haga esto”… “No, fíjate que a las ocho dan E.R. por la televisión y bien sabes que no me lo pierdo”… “¿mañana? Imposible… mira que a las siete vamos a ir a jugar bowling”… “¿A la nueve de la mañana dijiste?... ¿Y a qué hora quieres que duerma?”… “¡No, me duele un poco la cabeza, dejémoslo para el mes que viene!”… “Es que hace mucho calor”… “Es que está lloviendo y me puedo resfriar”… Mientras tanto, la Presidente firma decretos para dar rienda suelta al asesinato de niños, nos cuentan que Salvador Allende era un marido y padre ejemplar, una universidad extranjera que jamás ha buscado nada encuentra gas mostaza en el cadáver de Eduardo Frei, nuestro militares siguen encarcelados por algo que nunca han hecho y en la Municipalidad de Viña de siguen robando nuestra plata a manos llenas.
“¡Déjenlos, si a mí no me afecta!” Vamos bien, mañana mejor… Tengo claro que nuestros hijos no van a vivir en un país musulmán, como los hijos de nuestros coetáneos españoles o franceses. Pero, ciertamente van a vivir en algo así como México en los mejores años del PRI, en una especie de 1984 de Orwell y, desde luego, en un lugar bastante peor que Sodoma y Gomorra. Y si nosotros no hacemos lo que estamos en condiciones de hacer, vamos a vivir, en la otra vida, esa que es para siempre, en un sitio “algo” más caluroso que nuestra ciudad en este inicio de 2007.
Nosotros nos conformamos con un asadito los 11 de Septiembre y con una que otra arenga en reuniones sociales: “¡Tenemos que hacer esto!”… Por supuesto, no hacemos nada.
¡Hay que ver que tenemos mucho que aprender de los rojos! Y desde luego, de San Francisco, quien agónico, nunca dejó de dormir encima de las piedras.

 

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Tolerancia y diversidad: estalinismo encubierto

Leía por la prensa que el Gobierno, a través del Ministerio de Bienes Nacionales, entregó en comodato, y por cinco años, una casa en Santiago a una organización de degenerados, aduciendo que aquél estaba empeñado en "fomentar la democracia, pero no una democracia cualquiera sino una más inclusiva donde quepan todas las opciones" [1]. Manifestó que el espacio sería de gran apoyo para todos los grupos minoritarios y discriminados del país.
¡Qué nobles! Ahora es deber del gobierno dar prebendas de todo tipo, como propiedades y ayuda financiera, a cualquiera que se auto-designe como grupo postergado o minoritario. Me imagino a los carteristas o a los violadores –a todas luces minoritarios, y evidentemente postergados, ya que son víctimas del sistema - pidiendo plata y casas… y al paso que vamos, el Gobierno se las dará…
Sí, el mismo Gobierno que “no impone a nadie una mirada o una visión, sino que da alternativas a todos…” [2], por mucho que dichas alternativas pasen a llevar normas de ética elementales. Porque el defender y apoyar económicamente a desviados sexuales bien parece un juego de niños si lo comparamos con el empecinamiento en la promoción del aborto químico. En una actitud que difiere bien poco de los tristemente recordados decretos de insistencia dictados durante el Gobierno de la Unidad Popular, la Presidente pretende imponer –aunque diga lo contrario- la repartija de un “medicamento” que potencialmente puede interrumpir el embarazo, haciendo tabla rasa de disposiciones emanadas del Tribunal Constitucional. La medida, si bien legal, es evidentemente ilegítima, pues pasa por alto el espíritu de la resolución, que dicho sea de paso, ha sido dictada por un organismo de composición democrática. Tan simple como recordar las palabras del estadista al firmar las reformas constitucionales en 2005: “(esta) nueva Constitución democrática que ya no nos divide”: ¨…El Tribunal Constitucional, finalmente, se origina en las instituciones que descansan en la soberanía popular… Chilenas y chilenos: Este es un día muy grande para Chile. Tenemos razones para celebrar. Tenemos hoy por fin una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile. Es nuestro mejor homenaje a la independencia, a las glorias patrias, a la gloria y a la fuerza de nuestro entendimiento nacional… Chilenos y chilenas: Hoy despunta la primavera” [3]. A la primera de cambio borran con el codo lo que escribieron con la mano. ¡Lindos demócratas cuando se trata de imponer sus concepciones estalinistas!
Tal como la casta gobernante pretende que matar guaguas sea una opción más, y como tal deba respetarse, nosotros perfectamente bien podríamos pretender que matar socialistas también fuere una opción. Me imagino la batahola y la lluvia de querellas que nos llegaría tan sólo con plantearlo. La pequeña diferencia es que los nonatos son indefensos e inocentes, no así los socialistas, quienes, aparte de poder defenderse y de contar con toda la maquinaria económica y publicitaria a su favor, bien pueden ser considerados culpables. De asesinato masivo. Bien lo demuestran las políticas públicas abortivas que nos han impuesto, y no contentos con eso, han promovido como deseables.
Hablando de las políticas de destrucción de la familia, son dignas de mencionar las –tibias, a mi juicio- reacciones de la jerarquía de la Iglesia Católica y de la Democracia Cristiana. Si bien Su Excelencia, Monseñor Goic, en representación de los Obispos de Chile, fustigó que el Estado reparta el fármaco abortivo, lo hizo de tal forma que dejó de manifiesto entre líneas su apoyo global a las políticas de gobierno, “cuestionando el sentido verdaderamente social del sector "progresista" de la Concertación, que defiende la "píldora del día después" y no la equidad en sí”. Dijo además que “en este tema, como en otros temas, lo que nosotros quisiéramos es que hubiera diálogo” [4]. ¿Acaso es correcto apoyar, sin contradecir la fe que se dice profesar, al sector progresista de la Concertación de no mediar la entrega de la píldora del día después? ¿Acaso debe dialogarse con el mal? Por su parte, la Democracia Cristiana, a través del Diputado Sabag, también emitió duras críticas a la Mandataria. ¿No sería más honesto, frente a desencuentros de tipo moral, retirarse de la coalición? Yo creo que sí. Pero al parecer, el poder y el botín asociado a él pueden más que la conciencia y los valores.
Prueba de ello es la actitud contemplativa de la DC frente a la declaración de admisibilidad por parte de la Cámara de Diputados del Proyecto de ley que despenaliza el aborto terapéutico, presentado por diputados socialistas, pepedés y radicales. Como para recordarles la pena de excomunión latae sententiae vigente [5].
Nótese que de no mediar el apoyo político de la Democracia Cristiana y de gran parte de la Jerarquía Eclesiástica, no estaríamos hoy gobernados por el socialismo asesino. Vaya uno a saber quiénes están realmente excomulgados, pero con más de una sorpresa nos encontraremos al final de los tiempos.
[1] El Mercurio, 17 de Enero de 2007
[2] El Mercurio, 18 de Enero de 2007
[3] Sitio web de la Presidencia de la República
[4] El Mercurio, 18 de Enero de 2007
[5] Canon 1398 del Código de Derecho Canónico de 1983: En su tenor literal expresa: “Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae”.
Nota: La Carta Encíclica Evangelium Vitae (Juan Pablo II), en su N° 62, señala: "La excomunión afecta a todos los que cometen este delito (el aborto) conociendo la pena, incluidos también aquellos cómplices sin cuya cooperación el delito no se hubiera producido”. Obviamente se incluyen los parlamentarios y las autoridades de gobierno, sin cuyo concurso o apoyo directo e indirecto, no existiría aborto legal en Chile, ya sea mediante fármacos o mediante procedimientos quirúrgicos.

 

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